EL ERROR QUE MUCHOS PADRES COMETEN EN LA GRADA

Cuando nuestros hijos compiten en cualquier disciplina deportiva, es natural que queramos lo mejor para ellos. Queremos verlos crecer, mejorar y alcanzar su máximo potencial. Pero en ese deseo de ayudar, a veces sin darnos cuenta, cruzamos una línea: pasamos de ser padres a convertirnos en entrenadores, jueces o incluso espectadores demasiado críticos.

Seguro que en más de una ocasión has pensado que tu hijo podría rendir más si se esforzara un poco más, que el entrenador no está potenciando sus fortalezas, que debería entrenar más una habilidad específica o que debería competir en otra categoría. También es cierto que, como padres, hacemos sacrificios: invertimos tiempo en llevarlos a entrenar, dedicamos fines de semana a campeonatos o torneos, y asumimos un esfuerzo económico en equipaciones, licencias y formación. Con todo esto, es fácil caer en la tentación de involucrarnos más de la cuenta.

Pero… ¿es realmente necesario que seamos nosotros quienes les digamos en qué fallan, qué deben mejorar o qué tienen que hacer?

Cómo vivir el deporte de tus hijos sin convertirlo en una presión

  • Disfruta el momento. Suelta el cronómetro, deja de analizar cada jugada y simplemente vive la experiencia desde la grada. Más que corregir, sé su mayor fan.
  • Evita las comparaciones. No te obsesiones con marcas, mejoras o resultados. Cada niño tiene su propio ritmo de evolución y lo más importante es que disfrute del proceso.
  • Respeta el trabajo del entrenador. No es tu rol decidir si juega o no, en qué prueba participa o qué estrategia debe seguir. Confía en los profesionales.
  • No hagas del deporte el único tema de conversación. Hablar constantemente de entrenamientos y competiciones puede hacer que tu hijo sienta el deporte como una obligación más que como una pasión.
  • No presiones ni exijas. Anima, motiva y acompaña, pero sin convertir la actividad en una fuente de estrés.

El papel más importante: ser su apoyo incondicional

Los niños no necesitan un analista deportivo en casa, necesitan padres que los apoyen, los acompañen y los refuercen emocionalmente. Que celebren sus logros, pero también que estén ahí cuando algo no salga bien. Que sean un hombro en el que llorar si hace falta y un lugar seguro donde compartir dudas, inquietudes y alegrías.

Al final, el deporte debería ser una fuente de aprendizaje, diversión y crecimiento personal. Y como padres, la mejor contribución que podemos hacer es asegurarnos de que lo siga siendo.

Sara Martínez. Psicóloga Sanitaria y Deportiva

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